martes, 3 de junio de 2014

La tristeza y la sonrisa Él quería olvidarla, pero hacía tiempo que llevaba su tristeza incrustada en los ojos. Se había despojado de todo lo que hacía recordarla, pero cada vez que se miraba al espejo la veía a ella, mejor dicho, su dolor; que se había quedado a vivir en un lugar entre el blanco del ojo y sus párpados. Es que una tristeza así, la gente la veía venir, acompañándolo, sentándose en la mesa del café, y hasta llegando a interrumpir conversaciones al ahogar el brillo en sus ojos. Una tristeza así te enturbia la mente, te cambia la cara, te transforma la vida. Una tristeza así es un aura gris, un sombrero negro, un paraguas invisible, una eterna bruma. Es llevar en la oscuridad una sombra que no es tuya. Y ante todo esto, ante todo el peso que llevaba en el pecho, a veces hasta se le escapaba una pequeña sonrisa al recordarla. Odiaba cuando esto pasaba. Le parecía que todo el trabajo que había hecho para dejar de quererla, se delataba de repente en lo dulce de su sonrisa. Es que bien comprendía que no nacía en su boca, nacía en el corazón, cada vez que su alma le hablaba de ella.

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